Dialectalismo vs vulgarismo
Uno de los aspectos que más desacredita al andaluz con respecto al castellano estándar es la confusión extendida entre el concepto de vulgarismo y el de dialectalismo. ¿Conoces tú la diferencia? Para los despistados, un vulgarismo corresponde a un mal uso léxico, fonético o gramatical de la lengua, por lo que deben evitarse. Sin embargo, el dialectalismo es un rasgo lingüístico específico de una zona geográfica determinada, en nuestro caso, Andalucía, y por tanto, su uso es totalmente válido y acertado.
Sucede que los vulgarismos se reparten por todas las zonas en las que se habla castellano, es decir, tanto en Andalucía como en el resto de comunidades españolas y en Hispanoamérica. Por contra, cada uno de los dialectos del castellano tiene sus propias particularidades o dialectalismo, tanto en caso del extremeño, canario, andaluz... Los vulgarismos, además, tienden a ser recurrentes en la población de bajo nivel cultural y formativo, sin embargo, los dialectalismos forman parte de toda la población andaluza, aunque en la actualidad, comienzan a omitirse también entre los hablantes cultos, por el proceso de "estandarización" en que se encuentra nuestra lengua.
No hay mejor forma que aclarar todo esto que con ejemplos. Así, como vulgarismos (que se dan en Andalucía y también en otros dialectos de castellano) podemos encontrar tenemos "probe" (pobre), "amoto", "iba/fuera + participio" (había/hubiera -participio), mos (nos), "callarse" (callaos), "fuites"! (fuiste). Por contra, como palabras que contengan rasgos dialectales expresamente andaluces encontramos las que recogen el seseo, el ceceo, el heheo, el yeísmo, la aspiración de las "s", "d", "l" y "r" finales, "ustedes" como sustitutivo de "vosotros", "papa", "cachucho", "malaje", "pero (manzana), "almanaque", "candela"...
¿Por qué en muchos casos no somos capaces de diferenciarlos? La respuesta está en los medios de comunicación, que se encuentran muy estandarizados. Las películas, series de televisión, informativos, programas de radio, etc suelen aparecernos en castellano estándar, sea cual sea la procedencia de los hablantes. A esto hay que unir que tendemos a pensar -erróneamente- que en los medios de comunicación no existen erratas de expresión y que por tanto son el modelo a imitar. De este modo, el oído de los andaluces acaba asociando que el uso culto es el de los medios de comunicación, y comienza a descartar fonética, léxica y gramaticalmente el andaluz en situaciones que requieren un registro formal.
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